9 de octubre de 2014

La esperanza



"Yo sé que mi esperanza de que el tiempo se presente de la manera que quiero, no tiene sentido. Pero me hace sentir mejor".

Jim Connolly


La esperanza ¿es un premio o un castigo? Es cierto que cuando no tenemos espezanza nos deprimimos, nos damos por vencidos, e incluso podemos querer morirnos. Ella es la que nos levanta por las mañanas, y la que nos lleva a tejer estrategias que nos ayudan a actuar sobre nuestros objetivos. Es una de esas palabras que atraen buenos sentimientos, por lo tanto, la esperanza es buena... bueno... más o menos. A todos nos han preguntado alguna vez ¿crees que lo lograrás? y hemos respondido con un suspiro: !Eso espero!. Pero este tipo de esperanza no puede ayudarnos a cambiar, nos sentiremos mejor, pero si no tenemos un plan de acción, lo más probable es acabar en fracaso.

Mi forma de ser es esencialmente realista, me gusta soñar, pero siempre soy consciente de que es eso, sólo un sueño. Muchas veces he pensado que la esperanza supone la rendición de la voluntad, el abandono a conocer la verdad, a asumir la derrota de uno mismo, a pensar que a partir de ahora alguien tendrá que hacer las cosas por mí, o eso espero, pues yo ya soy incapaz. Es esperar la llegada de lo imposible, la llegada de aquello que solucionará mis problemas, y si llega, lo atribuiré a un milagro, siendo ya el colmo de los colmos, el autoengaño total. Eso si, tiene un efecto sedante bastante agradable. La esperanza es aquello que nos sume en una parálisis del espíritu, es como vender la voluntad a Dios, sin embargo, hasta la persona más voluntariosa espera algo, aunque sea de sí mismo. El hombre libre lo espera todo de su tenacidad, de una esperanza que no es nada irreal sino que pisa suelo firme y que puede que se eleve o no, que plantará batalla al enemigo, que quizá muera, pero morirá libre.

El hombre de empeño yergue la vista hasta donde puede alcanzar, sus ojos ven, sin embargo, el hombre de la espera, es un hombre rendido, que mira a muchos sitios pero no a sí mismo, la fuerza de su esperanza es tan fuerte como la impulsividad del orgulloso, pero esa fuerza es como tirar una piedra hacia arriba, al caer acabará golpeándole. La esperanza desposeída de toda ceguera, la esperanza castrada de todo deseo de que otros nos solucione los poblemas, eso es la voluntad, el verdadero motor que nos empuja a crear, a avanzar, la única capaz de hacernos soberanos.

¿Cuántas personas hemos puesto nuestra esperanza en el amor? ¿Qué es mejor?: ¿qué te rompan el corazón de una vez? cuando te dicen que nunca estaremos juntos, que te olvides de mí, versión cruel;  o que no sea claro y una se quede esperanzada, ilusionada y atenta a cada llamada, pensado que la persona volverá en cualquier momento, versión final abierto.

Odio los finales abiertos, los detesto.

Así llega el insigne tiempo de ahí me quedé yo, ESPERANZADA, pensando que nuestra historia no podía haber terminado; la esperanza en este contexto, no es, sino  las ganas de que todo vuelva a ser como antes, como cuando eras feliz.

Analizando y atando cabos, mi pregunta sigue siendo la misma: la esperanza en el amor ¿es un premio o un castigo? 

Maryflor 





Pintura de Ivan Alifan Jdanov




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