5 de septiembre de 2015

Certeza




La soledad ingresa en nuestra casa
por el ojo de la cerradura.
Cuando la descubrimos, ya es tarde:
ocupará su lugar, en silencio,
con la displicente insolencia
de los no invitados.
Medrará a nuestro coste;
muchos serán los días o las noches
en los cuales su obstinación
resulte intolerable.
No conviene impacientarse con ella:
aún puede clavarnos más hondo
los dientes de su presencia.
Sin embargo, apenas advierta
una grieta de alegría
en el muro de nuestra tristeza ,
partirá de inmediato,
muy segura de sí misma
y libre de rencores;
es una buena perdedora.
De todos modos sabe que,
en cualquier momento,
volverá para quedarse.


Carlos Sipinedi






Ilustración de Ota Jancecek




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