29 de enero de 2016

¿La conciencia tranquila?


Contínuamente expresamos que tenemos la conciencia tranquila, pero... ¿no será que nuestra conciencia esta desocupada, difunta o equivocada?, de otro modo, ante los disparates que hacemos y de los que somos testigos, nadie es capaz de confesar responsabilidad alguna.

¿No es extraño que yendo las cosas tan mal, todos pregonemos nuestra tranquilidad de conciencia? ¿Cómo es posible? Ante nuestros propios ojos quedamos exculpados de todos nuestros actos porque actuamos de acuerdo a nuestra moralidad, y si hubiese culpa, sería ajena. 

Para muchas personas, incluída yo, la palabra conciencia no está muy bien definida, aun siendo una palabra de prestigio, acudimos a ella sin reparo ninguno para evitarnos las molestias que nos generan el escrutinio moral.

Esto es una insensatez en lo que respecta a mí, contra más indago, más me duelen la pena de tantos errores cometidos por culpa mía; y mientras las mayoría se jacta de dormir bien por las noches, yo entro en las mías con el ánimo apenado, porque en la reflexión previa al sueño, me vienen a la mente las ocasiones de hacer el bien que he perdido y las ocasiones infortunadas por torpeza mía. La conciencia tranquila no la tengo, quiero tenerla y no puedo, porque constantemente me dejo llevar por lo opuesto al bien.

Y donde hay culpa hay inquietud, y en el desasosiego debe haber arrepentimiento, y esto se me figura la cercanía de la limpieza del alma, ya que nuestra constitución natural estriba en la facultad del remordimiento, este efecto nos tranquiliza y nos lleva a proponernos acciones mejores en el futuro.

Pero también cuando sucumbimos a la tortura del ánimo, deseamos buscar el perdón; el perdón que nos resulta una bendición, éste es el parapeto donde nos resguardamos de las censuras, y una vez contado, pesado y reparado, volvemos a presumir de nuestra conciencia tranquila, de lo meritorio de nuestra actuación. Y volvemos a encumbrarnos, cuando son los demás quienes juzgándolo a uno, desean tomarnos como ejemplo.

Pero eso ya nos vuelve otra vez al principio.


Maryflor






El mito de Sisifo




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