28 de febrero de 2016

No hay peor crueldad

  

!Oh que espanto!

Me han vuelto a salir alas. Comenzaron como una pelusilla, un no sé qué en los homoplatos, me hacían cosquillas. Hasta que un día habían crecido y me las vi ahí, un grupo de plumas suaves, delicadas pero sólidas, ya era tarde... todo volvía a ser un caos, como antes.

No las quiero.

Las alas duelen, no mientras crecen, sino cuando se abren , liberan el corazón y consiguen hacerte volar, volar alto olvidándose de lo mucho que te dañan al caer, y cuánto más te elevan, peor es cuando te estrellas contra el suelo, rompiendo las costuras que tan cansada estoy de coser.

Dejan ir todo lo que encierran, todas las cosas que alimentaste mientras estabas sana, las palabras, los gestos, las sensaciones, los sueños, las fantasías; pero que en algún momento se enquistaron y la cálida corriente que te elevó deja de sostenerte, te precipitas al asfalto sin que nadie se de cuenta, sin que otros oídos escuchen el estruendo y sin que otros pies sientan el terremoto.

Así que no, no las quiero, me las arranco.

Habrá alguien que me dirá que es miedo y le responderé que si, que el miedo me da cordura y la cordura me proporciona tranquilidad, que sigo creyendo que si no subo tan alto no me haré tanto daño al caer.

!Qué horror!

Me las arranqué hace un tiempo y ya están empezando a salir.

Maryflor







Fotografía de Jaime Baldridge



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