La asistente entró en el cuarto
cuando se fueron los huéspedes
y contempló la cama deshecha:
el desaliño de las sábanas revueltas
evidenciaba el paso del amor
que siempre es desorden e impaciencia.
En la almohada doblada
una cabeza había dejado
algunos hilos de cabello
y una concavidad de concha marina.
Abrió las ventanas.
El viento de la mañana
venido de los bosques
y las montañas borrró los vestigios
de una noche condenada al olvido,
como cada noche que un hombre y una mujer
se acuestan en el lecho extranjero
que tiene siempre algo de nupcial
y de batalla perdida.
Lédo Ivo
Pintura de Jack Vettriano
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