¿Qué fue de aquel muchacho que yo fui,
de los días aquellos en que era
cierto o posible todo y toda cosa
se encontraba al alcance de mi mano?
Miro pasar las nubes que la tarde
va moviendo en el cielo. En apariencia,
nada ha cambiado, pero qué distinto
me descubro a mí mismo si contemplo
en el espejo del papel al hombre
que ahora intenta escrbir este poema.
Pasan las nubes, pasa el tiempo; pasa
la luz que del invierno por el cuarto
en el que escribo a solas. A lo lejos,
se oye el rumor del mundo. Late, aquí,
la realidad en silencio. Se diría
que es todo igual, más todo es diferente.
Y difícil. Y extraño. Ya no tengo
la juventud que tuve - o que soñé
que tuve -, aquella fe que mantenía
mi vida en vilo: tantas ilusiones.
Y muy despacio - y a la fuerza - aprendo
a ser el que ahora soy, a ir olvidándome
de lo que fuera mío y la corriente
del tiempo que me ha quitado.
Busco un poco
de paz, y, en esta nada, puedo acaso
decir que soy casi feliz. No pienso.
Acepto. Y vivo.
Pero a veces aún,
cuando miro las nubes que la tarde
va moviendo en el cielo lentamente,
me acuerdo de los días en que era
cierto o posible todo y toda cosa
se encontraba al alcance de mi mano.
Y me pregunto con melancolía
que fue de aquel muchacho que yo fuí.
Eloy Sánchez Rosillo
Fotografía de Allan Pollok Morris
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