Ninguna noche puedo ver el principio de la programación televisiva, en fin, las obligaciones me lo impiden, vamos, las gestiones propias de una empresa familiar que no permiten aplazamiento ninguno; otras tampoco veo el final, porque entre el horario de comienzo y la publicidad, la alargan de tal manera que se hace incompatible con la vida laboral.
Claro, que a decir verdad, algunas de las películas o series que emiten suelen inculcar a las mujeres de cierta edad, como la mía, cuarenta y tantos: la histeria, algo de eso hay; el hechizo, la fascinación, no os creáis nada; el culto al cuerpo, parecen no tener marido, ni hijos, ni familia propia ni política, ni responsabilidades, asi que pueden permitirse estar todo el día en el gimnasio o en un centro de belleza; además, por supuesto, ser unas fieras en la cama; o peor todavía, supermujeres con trabajo estupendo, marido ejemplar, niños obedientes, asistenta que mantiene la casa en perfecto orden, vamos... la envidia de cualquiera de nosotras.
Hoy por la mañana, recién levantada, me he mirado al espejo, me he visto pálida como la cal, ojeras, cansada, los pelos como si nu hubiera ido a la peluquería el día anterior... y he recordado a estas mujeres, siempre estupendas, de compras, profesionales liberales con un sueldazo, siempre divinas de la muerte y, por supuesto, sin despeinar, o glamurosamente despeinadas. Y me ha dado por pensar sobre esa imagén que nos inculcan y nos exclaviza. No vamos a negarlo. la belleza es muy importante para la autoestima, los trapos suelen ser siempre significativos para nosotras, las mujeres en general, con un puesto más o menos destacado en nuestra escala de intereses, he dicho intereses, que no valores; no debemos confundir los valores con los intereses, sino terminaremos siendo muñecas hinchadas de silicona.
"No reserves del mundo sólo un rincón tranquilo", escribió Mario Benedetti, y ha sido este verso lo que yo he sentido en esta etapa de mi vida, no me conformo con reservar sólo ese rincón decorado de pareja, hijos, trabajo, responsabilidades familiares, amistades. Un rincón tranquilo que, en ocasiones, nos da cierta ciertas garantías de seguridad, en el que el tiempo se desliza en el acaecer de los días, pero que, por otro lado, termina asfixiándonos.
No quiero ser ninguno de los modelos de mujer que he descrito.
Claro, que a decir verdad, algunas de las películas o series que emiten suelen inculcar a las mujeres de cierta edad, como la mía, cuarenta y tantos: la histeria, algo de eso hay; el hechizo, la fascinación, no os creáis nada; el culto al cuerpo, parecen no tener marido, ni hijos, ni familia propia ni política, ni responsabilidades, asi que pueden permitirse estar todo el día en el gimnasio o en un centro de belleza; además, por supuesto, ser unas fieras en la cama; o peor todavía, supermujeres con trabajo estupendo, marido ejemplar, niños obedientes, asistenta que mantiene la casa en perfecto orden, vamos... la envidia de cualquiera de nosotras.
Hoy por la mañana, recién levantada, me he mirado al espejo, me he visto pálida como la cal, ojeras, cansada, los pelos como si nu hubiera ido a la peluquería el día anterior... y he recordado a estas mujeres, siempre estupendas, de compras, profesionales liberales con un sueldazo, siempre divinas de la muerte y, por supuesto, sin despeinar, o glamurosamente despeinadas. Y me ha dado por pensar sobre esa imagén que nos inculcan y nos exclaviza. No vamos a negarlo. la belleza es muy importante para la autoestima, los trapos suelen ser siempre significativos para nosotras, las mujeres en general, con un puesto más o menos destacado en nuestra escala de intereses, he dicho intereses, que no valores; no debemos confundir los valores con los intereses, sino terminaremos siendo muñecas hinchadas de silicona.
"No reserves del mundo sólo un rincón tranquilo", escribió Mario Benedetti, y ha sido este verso lo que yo he sentido en esta etapa de mi vida, no me conformo con reservar sólo ese rincón decorado de pareja, hijos, trabajo, responsabilidades familiares, amistades. Un rincón tranquilo que, en ocasiones, nos da cierta ciertas garantías de seguridad, en el que el tiempo se desliza en el acaecer de los días, pero que, por otro lado, termina asfixiándonos.
No quiero ser ninguno de los modelos de mujer que he descrito.
Quiero recuperar el tiempo perdido.
Quiero albergar esperanzas e inquietudes.
Confiar en que aún es posible cambiar ciertas cosas de mi vida.
Desde mi rincòn tranquilo, pero con el alma inquieta.
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