Ojo con ellas
Andan por ahí, con su atrevido miedo,
portando sus cuarenta y tantos,
lindas, leídas, viajadas, sensibles.
Ojo con ellas.
Vienen de cerrar una puerta con decisión,
pero sin olvido.
Amaron, construyeron, parieron, cumplieron.
Amaron a su hombre,
dieron alas a sus crías y ahora,
desentumecieron las suyas: ¡ahí estaban!:
intactas, brillantes, soberbias, majestuosas,
listas para el vuelo: no ya las de un hornero,
sí las de una gaviota, soberana y curiosa.
Saben de la vida y de tu hambre
porque con su cuerpo han sabido saciarlas.
Expertas en estupidez y sus matices:
se reconocieron inmersas en ella hasta el estupor
y soportaron mucho hasta el dolor;
sabrán distinguirla, no lo dudes.
Versadas en economía, la aplican en el gesto,
en el andar y en su exacta sensualidad.
Ojo con sus caderas sabias:
ya se estiraron y contrajeron,
se estremecieron y agitaron.
Saben del amor, en todos sus colores,
desde el rojo resplandor al mustio gris.
Sus piernas fuertes arrastran raíces todavía.
Prontas a sentir,
van con una vieja canción en los labios,
profunda intensidad en la mirada
y delicada seguridad en la sonrisa.
Pero, si esta advertencia es tardía,
y descubres que ya no puedes dejar
de pensar en ella,
entonces, ten cuidado de ahora en más,
no te equivoques, no lo arruines:
no les envíes un mensaje de texto,
mejor invítale un café con tiempo;
no recurras al e mail,
preferirán sin duda un poema en servilleta.
No les hagas promesas,
no les vendas imagen,
mejor exhibe tu autenticidad mas despojada.
No caigas, por rellenar,
en aturdido ruido vacuo,
deja que respire un silencio en común.
Vienen de quemar las naves
y cambiar comodidad indolente
por riesgo vital.
Avanzan por un camino incierto,
pero elegido.
En su cartera, fotos, un perfume
y algunas lágrimas.
En su mirada, una decisión…
Ojo con ellas…tal vez, si tienes suerte,
hay una en tu camino.
Jorge E. Cinto
Quiérete
Quiérete mucho,
quiérete rota,
incompleta, vacía,
quiérete iracunda,
furiosa intempestiva,
destructora, bienhechora,
quiérete inspiradora,
rebelde, reveladora,
siempre quiérete;
en todas, en cada una,
en ellas, en tus modos y formas.
Porque quien no sepa quererte
ni soportar tu tempestad.
No sabrá valorar tu existir
ni andar a tu marcha.
Serás demasiada tormenta,
demasiado vendaval,
demasiada fuerza,
demasiada mujer para su juego.
Joseph Kapone
Las mujeres
No sé que tienen
(además de lo que tienen), pero
sin duda
es mágico.
Capaces
con un mínimo gesto
de hacerte desear
no haber nacido nunca
en un instante
y que al siguiente
te arrojes
a sus pies, pasan
siempre de largo.
Sus miradas
desarman.
Sus caricias
te pueden reducir
a un pobre
imbécil.
Son como el alumbrado
de la vida.
Las mujeres.
Lo máximo.
Karmelo Iribarren
No hay comentarios:
Publicar un comentario