A veces una mirada, una mirada sostenida, tus ojos sobre los ojos del otro. Adivinar el brillo de su mirada, leer lo que queda más allá de la pupila.
No quiero contar nada, permito que las ideas circulen por mi mente sin que salgan al exterior, procuro alargar el espacio entre la pregunta y la respuesta. Mantengo la respiración, espero una señal, pienso que tu también piensas y analizo.
Economizar palabras no es una virtud exclusiva de las monjas de clausura, entiendo que no todos los interrogantes necesitan respuesta, que la solución no llega siempre al abrir la boca.
¿Por qué contarlo todo? ¿Por qué no conservar en tu interior una dosis de tus pensamientos? ¿Por qué no convertir en secreto tus ideas? ¿Por qué no disfrutar para uno mismo de sus sensaciones, sus imaginaciones y sus ilusiones? ¿Por qué no entender que las palabras jamás serán tan detalladas como los sentimientos y no todo lo que cruza por la mente debe convertirse en voz?
Entender que no todo tiene porque expresarse.
El silencio, para quien sabe escuchar, grita.
El silencio es la máscara de los sonidos más bellos.
Callar para percibir.
Callar para descubrir.
Callar para profundizar.
Maryflor
Fotografía de Noell Oszval
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