Despojado del cuerpo,
pendes en una
percha firme,
más firme que los hombros
de la mujer que
revestida de ti
aireaba al viento impetuoso
el frágil velo de
la felicidad.
El tiempo te convierte en reliquia olvidada
en
un rincón en donde se detuvo el tiempo,
en un anacrónico retal
triste
como una canción en mitad de la noche
que evoca vidas
que naufragan en el fondo
de un vaso apurado de un trago.
Ni
blanco, ni radiante,
mas un día tuviste tu momento de gloria.
Hoy
solo eres una prenda inútil,
ni tan siquiera un extraño
espantapájaros
de tul y de raso suspendido sobre dos palos
como
un crucificado.
¿Qué fue del cuerpo que engalanaste?
¿Acaso
él también se ha despojado de su armazón
y ha quedado
desarmado?
¿Acaso cuelga de otra percha que lo mantenga en
pie?
¿O es, él sí, un espantapájaros
que pende solitario
sobre la rama de un árbol?
Carmen López
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